Cuento
En el lejano Oriente vivía un hombre que siempre había soñado con conocer el mundo, ver otros continentes, viajar por otros países… Sabía que más allá de su aldea existía un mundo lleno de nuevas vivencias y cosas por descubrir.
Ya desde niño eso le había causado curiosidad, siempre escuchaba historias de los forasteros que le decían que había mucho mundo lejos de esa aldea, y tiempo después escuchó que uno de sus vecinos se había ido del pueblo, como siempre había soñado él, para conocer y ver el mundo.
Esto le hizo reflexionar acerca de lo que él quería hacer, sintió que era el momento preciso para salir de aquel pueblo del que estaba aburrido. Pasó varios meses meditando cuándo sería el mejor momento para irse, pero siempre pasaba algo que hacia que su decisión se retrasara, el tiempo pasaba y él aún seguía soñando con el mundo que quería ver. Pero una noche, en la feria, conoció a una chica de un pueblo cercano, comenzaron a salir se enamoraron y se casaron, encontró un buen empleo y poco a poco se fue olvidando de la idea de conocer el mundo.
Pasó el tiempo y ya se hizo muy complicado marcharse, pues ya tenía mujer y dos hijos; así que poco a poco simplemente se conformó con seguir su vida diaria. Sus hijos crecieron y su vida siguió sin mayores cambios.
Más tarde, una noche cuando volvía a su casa del trabajo, escuchó una algarabía que venía de la plaza, rápidamente se acercó y allí vio a su antiguo vecino rodeado de casi todo el pueblo. La cabeza del amigo ya pintaba canas, sus manos estaban llenas de las cicatrices típicas de la edad, ambos amigos habían envejecido, pero cada uno a su manera. Lo primero que pensó al verle fue: ¿Cómo le habrá ido en su vida? ¿Por qué ha vuelto a este sitio? Y por dentro se moría de ganas de escuchar de boca de su amigo lo que había vivido. Pero el pueblo entero quería hacerle las mismas preguntas, ya que poca gente salía de allí a experimentar cosas nuevas, así que no tuvo la oportunidad de preguntarle nada, y tuvo que conformarse con verle partir entre el tumulto de gente que le rodeaba.
Cabizbajo se fue a casa, se miró al espejo y en ese momento vio que él también tenía canas, y que también el tiempo había pasado por su vida, y se preguntó: ¿He sido yo el que ha decidido cómo vivir mi vida? El tiempo siguió pasando y él volvió a su rutina pero sin dejar de pensar en aquel día que vio a su aventurero amigo.
Ya en el ocaso de su vida, sus hijos se habían marchado de casa y tenían sus vidas hechas; pero él siempre siguió preguntándose: ¿Qué hubiera pasado si yo me hubiera ido? ¿Qué clase de vida tendría ahora?
Os dejo la reflexión de esta historia y de estas vidas. ¿Alguna vez te has preguntado algo igual?
¿Cuál es tu historia?
Alfonso Suárez – (@CoachAlfon)
Executive & Personal Coach
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